Ayer, 26 «clavariesses» –doncellas– desfilaron ataviadas con los trajes típicos y con un pan quemado de unos cinco kilos en la cabeza, al que hay que sumar el plato, el ramo y otros ornamentos de este emblemático y singular acto, que ha llegado hasta nuestros tiempos cristianizado por la intervención salvadora de Sant Gregori, que en 1658 libró a La Torre de una plaga de langostas, según la tradición. Cada mujer va acompañada de un «llumener» –un pretendiente o familiar–, para llevar el pan místico hasta la Iglesia de Santa Ana.
Y aunque el peso que llevan sobre sus cabezas es considerable, hace años era mayor, ya que portaban el plato de piedra en lugar de aluminio, lo que incrementaban en dos o tres kilos la carga. Julio Domenech, uno de los llumeners, explica que antes las mujeres llevaban más peso porque estaban acostumbradas por el día a día a portar en sus cabezas la vajilla, la colada, etc., pero hace ya tiempo que ya no se usan los platos originales para aliviarlas de su carga.
Ya en el templo se celebró la misa, con la participación de 14 sacerdotes y oficiada por el Vicario General de la Diócesis de Orihuela-Alicante, Vicente Martínez, procediéndose a la bendición y reparto de los panes, cuya ingesta, según la tradición, invoca la salud y la fertilidad. Con este acto dieron ayer inicio las Fiestas Patronales de Sant Gregori, que se alargarán hasta el domingo, cuando se volverá a repetir este rito (11.00 horas).
El Pa Beneit es una de las más raras y escasas muestras de supervivencia en nuestras tierras de una antiguo ritual agrario. Y los torruanos cuidan con esmero y devoción una celebración que representa el origen de la vida, con la mujer como epicentro de todo, y que también homenajea a Sant Gregori.
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